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“La realidad actual hace que la mayoría de los rubros se esté intensificando”

Entrevista con Diego Mora, empresario agropecuario, director de Almacén Rural.

 

En términos generales, ¿cómo observa este momento del sector agropecuario?

Veo a un sector muy pujante y entusiasmado en seguir produciendo y en aprovechar estos dos años de empuje. El hecho de haber podido continuar trabajando durante la pandemia, además del aumento de precios de los commodities, a pesar del aumento de costos, ha permitido que el sector trabaje fuerte y se genere un entusiasmo importante entre los productores.

A pesar de la inestabilidad que generó la pandemia primero, y la guerra en Ucrania después, el sector agropecuario sigue traccionando y trabajando fuerte. 

¿Y cómo analiza el momento de los distintos subrubros del agro?

El momento que atraviesa la carne contagia entusiasmo a los demás sectores. Los valores históricos de exportaciones de carne generan un entusiasmo que llega a todos los productores del país. 

Y otros sectores, que ya habían tenido buenos momentos, como la agricultura, están teniendo una intensificación productiva que es importante. 

Hay varios sectores con buenos desempeños y perspectivas, como la lechería, que viene mejorando de a poco; y el sector forestal, que también es muy importante y pujante. 

¿Cree que los buenos precios agrícolas y ganaderos respaldan la diversificación productiva?

La realidad actual hace que la mayoría de los rubros se esté intensificando un poco más. Además, la inestabilidad del mundo nos lleva a estar más diversificados, el productor sabe que eso es buena cosa.

¿Es generalizada esa intensificación productiva?

Sí. Los productores buscan mejores resultados y participan en varios rubros, lo que también ayuda a lograr resultados más estables en el largo plazo. 

¿Cómo observa el nivel de inversiones por parte de los productores?

En estos últimos meses vimos que hay intención de inversión en el sector agropecuario. Se están presentando y formulando muchos proyectos de inversión; hay apuestas en ese sentido. 

También es verdad que hay que analizar algunas señales como el valor del dólar. Si uno lee los reportes de los analistas en los últimos tres meses, nadie esperaba que el dólar llegara a los niveles en los que está actualmente. Y esos son incrementos indirectos de costos para el productor agropecuario, algo a lo que hay que prestarle mucha atención. 

¿El valor del dólar sería la contracara de este escenario positivo?

Es una variable significativa para el productor, que no la preveía nadie, que demuestra la inestabilidad e incertidumbre que se puede generar cuando somos tomadores de precios en los mercados internacionales, y el factor tipo de cambio es determinante para el sector agropecuario.

¿Cómo viene la demanda de insumos?

Se mantuvo intensa, por esas ganas de intensificar la productividad, y para eso se necesitan insumos. A pesar del incremento de costos, que han respondido a distintas variables, como la logística, y generan cierto grado de preocupación. 

Se analizan muy bien los números, los productores hacen bien las cuentas y planifican cómo seguir produciendo.

¿Cómo ve la inversión de la nueva planta de UPM y el impacto logístico en el país?

Se viene concretando un proyecto país, que le ha costado mucho esfuerzo a todas las partes, y que habla muy bien de la seriedad de Uruguay como destino de inversiones. 

Que se esté avanzando en la construcción de la nueva planta de celulosa, con todo lo que eso conlleva, con las infraestructuras que se están haciendo en ferrocarril y carreteras, demuestran que Uruguay es un país serio y capaz de recibir inversiones de este porte.

Es una muy buena señal para otras inversiones, de otro porte, que también puedan venir a apostar al trabajo y desarrollo en nuestro país. Creo que es una señal muy destacable que se esté concretando este proyecto.

¿Cómo observa al rubro forestal en el largo plazo?

Al sector forestal se lo ve cada vez más inserto y complementario a otros rubros. Ya se ve como parte de la diversificación de los productores, que apuestan al sector forestal como parte de la diversificación productiva.

En los últimos años también ganó relevancia el tema ambiental y allí la forestación le genera oportunidades a la ganadería.

Sí, eso es clave. Los distintos rubros se interrelacionan y hay mucho para hacer en la parte ambiental. Eso habla muy bien del país y de la preocupación general, a nivel de los productores, con la temática ambiental y el hecho de pensar en el largo plazo. 

¿Cree que estas condiciones del negocio agropecuario podrían sostenerse?

Hay que ser cautos, porque la inestabilidad del mundo nos mantiene en alerta. Pero, sin dudas, el tipo de producto que Uruguay ofrece tiene demanda mundial, por su calidad, el cuidado y la productividad.

Todo esto permite pensar en el largo plazo, en seguir produciendo y apostando a la apertura de mercados, que es lo que Uruguay necesita. Así que soy positivo en cuanto al futuro del sector agropecuario del país, por su dinámica, trabajo e inversión.

¿Cómo viene trabajando Almacén Rural?

Hicimos una apuesta importante al sector cuando abrimos nuestro cuarto local en Montevideo en 2020. Estamos llegando a todo el país, apostando al Uruguay, ofreciendo productos para el campo, acompañando el crecimiento y el desarrollo del sector, sumando más clientes y llegando más lejos.

“En 30 años tendremos siempre un mercado de las commodities tenso”

Entrevista con Luis Romero Álvarez, ingeniero agrónomo y economista. Contenido exclusivo para socios y suscriptores de ACG.

 

¿Cómo ve el momento del negocio ganadero?

Lo veo como un momento muy bueno, que va para mejor. Las condiciones internacionales están dadas para que siga mejorando. Se ha dado como una tormenta perfecta al revés. La alineación de los planetas es exacta, para que en materia ganadera al Uruguay le vaya espectacularmente bien. Así que soy muy optimista en el futuro cercano para el negocio de la carne.

¿Los factores principales son una oferta escasa y una demanda creciente?

Hay fuerzas que actúan con largo aliento, tipo maratón, que son muy poderosos, y que no actúan solo en la carne sino en todas las commodities. Actúan por la oferta y la demanda. 

Del lado de la demanda sabemos qué está sucediendo. El eje económico del mundo, que primero estaba en Europa, después pasó a Estados Unidos y ahora está en China. Ahí se juega el partido del crecimiento, del dinamismo por el aumento de la demanda.

También lo acompaña el Sudeste Asiático, porque uno habla de China pero no es solo China. Se ve que la población es enorme, que está creciendo y se está enriqueciendo. En la época de Mao también eran 1.000 millones de chinos, pero no consumían nada. 

Ahora sí, porque las personas están aumentando su ingreso. Vienen de una situación generacional muy limitada, y tienen una preferencia de consumo de carne vacuna contra otros alimentos. Y eso hace que la elasticidad de la demanda de carne en relación al ingreso sea muy positiva, tres veces más alta que en Estados Unidos o Europa. O sea, cuando alguien en China gana más, le dedica un mayor porcentaje de ese ingreso al consumo de carne, que es tres veces superior al que dedica un estadounidense o un europeo.

Entonces, se está despertando una demanda de China y del Sudeste Asiático por el consumo de proteína animal, y la carne vacuna es para ellos el producto premium. Esas personas son muchas y están entrando a un nivel de consumo de clase media, que tiene preferencia por la carne vacuna, y empiezan a hacer fuerza. Antes era carne vacuna de mala calidad, cortes de bajo costo, pero ahora pagan igual que cualquier mercado por los mejores cortes del animal. 

Después hay una tendencia muy clara de la gente a mudarse a las ciudades. En China les prohibían mudarse de las zonas rurales a la ciudad. Era una política para que les de el tiempo a construir la infraestructura, hospitales, escuelas y demás. 

Pero a medida que se lo van permitiendo, la gente se sigue mudando a la ciudad. Cuando esa gente vivía en el campo, en su parcela, una parte de lo que consumía lo producía allí mismo, un pollo, un cerdo, un repollo. Pero cuando la gente se va a la ciudad eso se termina. Entonces, la gente consume cada vez más productos comprados, y eso se va a acelerar. Así vendrá otra ola de demanda, por arriba de la que ya venía.

Todo eso es imparable. No hay medida del gobierno que la pueda detener. No es algo que uno pueda quebrar, y está haciendo mucha fuerza en la demanda.

¿Y por el lado de la oferta?

La capacidad de producir más comida es limitada. Vamos a pasar de 7.000 millones de habitantes a 10.000 millones en 30 años, y eso es 50% más de consumo, algo muy violento. 

Del lado de la oferta tradicionalmente la respuesta fue el salto tecnológico. Maltus se equivocó cuando dijo que moriríamos de hambre, porque no vio el impacto del salto tecnológico. La capacidad de incrementar la productividad, con conocimiento, con tecnología.

Eso sigue actuando del lado de la oferta, seguimos consiguiendo aumentar gradualmente la productividad, pero a tasas decrecientes. Antes, por ejemplo, la productividad del trigo aumentaba a tasas del 5% anual, hoy está en 1,5%.

Esto es así porque hay límites biológicos. Para dar un ejemplo que todo el mundo entienda: es muy bueno correr 100 metros en 15 segundos, muchos lo pueden hacer; correr esa distancia en 12 segundos es más difícil; en 11 segundos es dificilísimo; pero hacerlo en 10 segundos es excepcional; y hacerlo en 9,8 segundos es prácticamente imposible. Esto ocurre por los límites biológicos.

Lo mismo pasa con la producción. Producir 5.000 kilos de maíz por hectárea lo hace mucha gente, producir 10.000 kilos por hectárea es algo muy bueno, pero llegar a 15.000 kilos es casi imposible. 

Por lo tanto, seguimos aumentando la capacidad de producción por hectárea, pero a tasas decrecientes comparadas con el pasado. Eso quiere decir que la oferta se está quedando con menos potencia en el motor desde el punto de vista tecnológico. 

La otra forma de producir más es dedicándole más hectáreas. Si los kilos por hectárea aumentan, pero muy modestamente, si consigo meterle al planeta muchas más hectáreas nuevas para la producción, voy a estar ayudando. 

Esas hectáreas están entrando en producción y quedan más por entrar, pero la clave es el ratio, la relación entre las hectáreas nuevas y las personas nuevas en el planeta. Esa razón está declinando desde 1960. Son más las personas que llegan al planeta cada año que las hectáreas que se pueden incorporar cada año a la producción. 

Entonces, también es cierto que el lado físico del suelo, la cantidad de hectáreas a producción está aumentando y seguirá aumentando, pero más aumenta la población del planeta. 

Por el lado de la oferta tenemos un horizonte en aumento, pero a ritmos decrecientes, mientras que la demanda va al galope y a ritmos ascendentes. Eso implica que en 30 años tendremos siempre un mercado de las commodities tenso.

Después tenemos las fuerzas de corto plazo, que actúan arriba de las fuerzas de largo plazo. Estas se alinearon perfectamente.

¿Cómo ve el escenario en los países productores de carne?

Europa y Estados Unidos son grandes productores, pero están en un plan de reducir sus subsidios al agro, porque sus economías y sus sociedades siguen teniendo problemas. Hubo manifestaciones en todos lados reclamando por esto.

Vemos que estos países están subsidiando a los productores, que son los ciudadanos más ricos que tienen, porque un productor agropecuario europeo es millonario. La tierra que tienen, sus Mercedes Benz y sus preciosas casas, valen algunos millones de dólares.

Sin embargo, el Estado le tiene que dar subsidio para la vaca, para el pollo, para el cerdo, para el trigo; y no le dan subsidio al pobre que compra en el supermercado, alguien que no tiene dónde caerse muerto y alquila una pensión. Ese está pagando impuestos para subsidiar al que tiene millones de dólares.

Eso es algo que no se sostiene socialmente y ya se reconoció. El 70% u 80% del presupuesto de la Comunidad Económica Europea corresponde a subsidios agrícolas. Y antes del Brexit la mayor beneficiaria de los subsidios agrícolas era la Corona británica, que al tener muchas tierras recibía mucho dinero. ¿Un pobre tiene que pagar IVA en París para que la reina de Inglaterra se lleve la plata? Son cosas que no se pueden sostener. 

En Europa se produce mucho, muy intensamente, con altos paquetes tecnológicos, porque tenían mucha plata de regalo. Una vez que el subsidio empiece a bajar, empezarán a extensificar la producción, levantando el pie del acelerador. Recordamos lo que pasaba con los sobrestocks de carne en Europa, eso desapareció. Entonces, Europa y Estados Unidos están bajando su potencia productiva. 

¿Qué pasa con Argentina y Brasil?

Argentina y Brasil son otras dos potencias en producción de carne que están en una situación complicada. 

Argentina por sus líos políticos. El gobierno ha mostrado un perfil muy agresivo contra el campo y contra el empresario en general, y nadie quiere invertir allí, y para crecer a mediano y largo plazo hay que invertir.  

Entonces, se desmorona primero lo que es de más largo plazo. Los argentinos siguen plantando soja porque ponen la plata hoy y en seis meses ganan o pierden pero son libres de nuevo. Pero la producción ganadera tiene ciclos de varios años. 

Así se empezó a desarmar la producción ganadera, los tambos, la producción de leche, por el caos político, fiscal y económico, que no se recupera de un día para el otro.

Argentina, que era un gran productor y exportador de carne, con una imagen internacional espectacular, ya no exporta, no puede hacer contratos porque no puede cumplir. 

Por otro lado está Brasil, otro gran productor de carne, que es un país que entra y sale del mercado, porque según cómo esté su demanda interna o consume todo o a veces le sobran cantidades y se transforma en el primer exportador mundial de un día para el otro.

Eso también hace que deje de ser un proveedor confiable para los exportadores, que quieren un volumen y calidad constante cada vez que firman un contrato. Y eso es Uruguay.

¿Y Australia?

Australia es un gran productor y exportador, que tuvo problemas políticos con China por enfrentarla, algo que los chinos no perdonan.

Además de los temas climáticos, las sequías, que también ha pegado mucho. En el mundo se hizo un vacío de oferta de carne de calidad, y ahí quedó Uruguay, en la boca de la baraja. 

¿Estados Unidos seguirá ocupando el espacio que dejó Australia en China?

Estados Unidos y China se sacaron las caretas en el gobierno de Trump. Y eso hizo que la parte comercial esté un escalón más abajo de la parte geopolítica. 

Cuando hay una guerra los enfrentados no se compran. Cuando la guerra es geopolítica el comercio también sufre, porque no es lo mismo, porque hay riesgos de que en cualquier momento haya una represalia, que uno le ponga aranceles o le frene la entrada al otro.

El comercio quiere comprar y vender sin que nadie se meta en el asunto. Cuando está áspera la parte política, los estados pueden intervenir en el mercado y desbarar cualquier negocio. 

¿Qué riesgos corre Uruguay si firma un acuerdo comercial con China?

Un tratado de libre comercio con China es un paso en la buena dirección. Estoy de acuerdo en que China es un país que a veces tiene gestos avasallantes y que además defiende mucho sus intereses. 

Por la misma razón que (Julio María) Sanguinetti en su primer mandato dejó a Taiwán, que venía haciendo plantas de silos y teniendo gestos bondadosos con Uruguay, y abrió las relaciones diplomáticas con China. 

Aquella decisión fue respaldada por todos los sectores políticos, que la reconocieron como suficientemente sensata y afirmaron que hubieran hecho lo mismo. Por esa misma razón de Estado hay que hacer un tratado de libre comercio con China. 

Porque ese mercado quiere nuestros productos, los va a llevar y los va a pagar. Si eso va a suceder, que suceda sin aranceles y no con aranceles. Eso creo que nadie lo discute hoy en el Uruguay.

¿Y qué posibilidades hay en relación a inversiones chinas en Uruguay?

Otro tema distinto es una relación más profunda con China, que a veces ofrece créditos muy importantes para infraestructura. Miraría eso con una lupa muy grande, porque en el pasado hubo experiencias que no fueron buenas. 

China puede ofrecer, por ejemplo, US$ 20.000 millones en crédito para construir una central nuclear, un puerto o una red ferroviaria, lo que el país precise. Hay que tener cuidado, porque se ha visto en otros casos que China otorga el préstamo pero se paga a sí misma, porque lleva a su gente a trabajar, lleva los materiales, hasta el portland, no le compra nada a los proveedores locales. 

Entonces, queda el país endeudado, queda la obra hecha, pero se encuentran defectos importantes, problemas de calidad significativos. 

Y en el medio está el proceso de esa avalancha de personas, que no están adaptadas a esta sociedad, que entran como un choque social, no queda claro que sea beneficioso para el país receptor. 

Esos proyectos de infraestructura se pueden hacer de otra manera, con financiación del Fondo Monetario Internacional, del Banco Interamericano de Desarrollo, del Banco Mundial, que están deseando prestar, y con ese dinero contratar el servicio que se precise, sin estas condicionantes. 

Por lo tanto, en la parte de inversiones diría que hay que tener cuidado. Pero Uruguay ha sido muy inteligente, porque no le da visas a ciudadanos chinos que quieran venir a vivir a Uruguay.

No vemos en ninguna cuadra un supermercadito con una familia china viviendo adentro, como en Buenos Aires, donde están destrozando el comercio local, porque viven con unos costos bajísimos. Se genera un conflicto con la sociedad. 

Uruguay ha sido muy cuidadoso con ese choque, porque tiene una cultura y una sociedad madura, que está muy bien que reciba inmigrantes, pero un poco de todos lados, y en dosis bajas, que se vayan integrando de a poco. 

Pero si al Uruguay entran 200.000 chinos de un día para el otro ¿qué pasaría? ¿No se generaría ningún conflicto? Creo que sí, porque es difícil que una sociedad como la nuestra lo pueda digerir.

Creo que Uruguay lo ha manejado bien. La prueba es que no le dan visas a chinos para que vengan a vivir a Uruguay, salvo a diplomáticos. 

¿Y en términos generales cómo ve el nivel de inversión en Uruguay, tanto local como extranjera?

Sigue siendo bajo. Excepto por la inversión de UPM, que hace un pico, que es una inversión gigantesca, pero no tenemos una de esas todos los años. Cuando miramos el nivel de inversión, tanto pública como privada, seguimos en una tendencia que ha sido casi tradicional en Uruguay, de niveles muy bajos.

Para crecer fuerte mañana tenemos que invertir fuerte hoy. No hay ningún secreto. Para crecer al 7% u 8% anual hay que invertir muy fuerte antes. 

Una cosa viene de la mano de la otra. Si la inversión no es tal, el crecimiento no viene. No hay más nada que decir. 

La inversión privada es limitada y la inversión pública tampoco está en un pico, por las restricciones fiscales heredades, además del impacto de la pandemia, que requirió de casi US$ 2.000 millones para compensar los impactos. 

La inversión es lenta y ese es un problema que Uruguay tiene que atender. 

“Los mercados se forman fundamentalmente por expectativas”

Entrevista con Ángel Urraburu, presidente de la Bolsa de Valores de Montevideo y productor agropecuario.

 

 

¿Cómo ve el panorama para los negocios en Uruguay?

 

En los mercados generalmente se diferencian dos conceptos que a veces son complementarios y otras veces antagónicos. Una cosa es la realidad y otras son las expectativas. Los mercados se forman fundamentalmente por expectativas. A veces la realidad confirma esas expectativas y otras veces las niega, porque no estaban bien fundadas.

 

En Uruguay hay dos momentos, una es la realidad actual, estamos tratando de salir de la pandemia, con dificultades, la economía está evolucionando mucho más lento de lo que se pensaba. No hay indicios de que se pueda acelerar el crecimiento en el corto plazo. Y eso implica que hay que tener cautela, seguir generando fuentes de trabajo, que es la prioridad más importante de la política del gobierno. 

 

Creo que en el corto plazo no habrá muestras de una gran recuperación. Pero me interesa marcar las diferencias con las expectativas de mediano y largo plazo; ahí sí las expectativas son muy favorables, muy positivas, que se basan en la expectativa de que la temporada turística sea más parecida a lo normal. Que venga turismo suficiente para mover esa rama de la actividad económica, que está significando un contrapeso importante al resto de la economía, para generar las fuentes de trabajo que se han perdido y recapitalizarlas.

 

Pienso que esta expectativa de una buena temporada se complementa con las expectativas respecto de la Argentina, donde la situación desfavorable implica que se pueda esperar un flujo económico y financiero a favor del Uruguay.

 

¿Hay expectativas de que se concreten inversiones argentinas en Uruguay?

 

Sí, en la medida que los argentinos sean liberados para salir de su país, que la temporada turística se consolide, por lo menos en términos normales. Antes de ese momento será difícil hacer un pronóstico. Pero creo que será un momento adecuado para que el argentino venga a Uruguay, concrete sus aspiraciones de inversión, que son muchas. Esas intenciones están ayudadas no solo por la seriedad jurídica que brinda el país y una estabilidad económica admirable, sino por por oposición a lo que está ocurriendo en Argentina. 

 

La crisis en el vecino país atrae gente hacia el nuestro, y eso para nosotros es bienvenido. Creo que habrá un flujo importante de inversiones en Uruguay. El sector agropecuario siempre fue en otros momentos el que captó la mayor cantidad de recursos de los argentinos, porque es algo que conocen, lo tienen cerca, lo pueden seguir replicando, con normas mucho más series y claras. 

 

Ese proceso, en la medida que los argentinos no puedan desembarcar totalmente en Uruguay no se podrá consolidar; pero en la medida que se permita la entrada y se normalice la situación turística en verano, me consta que muchos argentinos están planificando venirse a vivir definitivamente a Uruguay, fundamentalmente a Punta del Este.  

 

Pero una cosa es la realidad actual, con una recuperación más lenta de la que se esperaba, con dificultades, sobre todo en ramas de la actividad que están más retrasadas; y otra distinta son las expectativas de mediano y largo plazo, que creo que son positivas.

 

¿Cómo recibió el anuncio de un posible tratado de libre comercio  (TLC) con China?

 

Pienso que ayuda mucho, no solo a la inversión extranjera sino también a los que ya estamos trabajando y produciendo en el Uruguay. La cantidad de recursos que se dilapidan en impuestos para entrar con carne, con soja, lana y demás productos agropecuarios que van para ese destino, configuran un hecho que había que enfrentar. De esta manera se está enfrentando.

 

Hay sectores que se van a ver perjudicados y otros beneficiados. Un país serio, como es este, debería priorizar la situación de los sectores que se van a ver perjudicados y buscar algunas líneas de política económica, que permitan neutralizar esos efectos negativos, si es posible. 

 

Pero el proceso de apertura con el gigante mundial no puede ser interrumpido por los sectores que no serán beneficiados. El gobierno debe actuar, redistribuir recursos y es lo que está en la agenda. Nadie piensa en hacer un TLC con China sin tomar ninguna precaución para esos sectores de la economía. 

 

¿Y cómo ve al sector agropecuario?

 

Está pasando por un buen momento. Fundamentalmente por los precios de las materias primas. Tengo alguna discrepancia con los reclamos de la Asociación Rural del Uruguay últimamente, porque se sigue insistiendo con el tipo de cambio, con el atraso cambiario, y se le achaca la culpa a la suba de los rendimientos de las letras de regulación monetaria.

 

Creo que el dólar está débil y seguirá estando débil. Ya lo veníamos diciendo hace más de un año, por lo que ocurre en el mundo y que no tiene que ver con el Uruguay, porque depende de las variables de otros países, fundamentalmente de Estados Unidos, que es donde se emite esa moneda.

 

No creo que el bienestar del sector agropecuario dependa exclusivamente del valor del tipo de cambio, más si tenemos en cuenta que la otra cara de la moneda del retraso cambiario aparente son los buenos precios de las materias primas. 

 

Hay sectores de actividad, sobre todo los más pujantes, que tienen variables que van a jugar a favor y otras que no, pero pretender que todos los astros estén alineados en la misma dirección es una quimera difícil de pretender. 

 

Veo que en general hay muy buenos precios, y si bien los costos subieron en forma considerable, el sector sigue siendo pujante, fundamental para la economía del país, y en el mediano plazo se irá consolidando esta recuperación que tanto deseamos.

 

¿Cómo ve el panorama económico internacional?

 

Es complejo, porque está habiendo alguna variable que se está yendo lejos de lo proyectado, que es fundamentalmente la inflación en el mundo. Hay un tema de costos, los precios de las materias primas han subido, fundamentalmente el del petróleo, que se llevó por delante todos los pronósticos y está en valores suficientemente altos como para provocar una ecuación negativa en los países más importantes, que están consumiendo más petróleo, por la recuperación económica que están viviendo. 

 

Ese es un elemento preocupante, que hay que tener en cuenta, que seguramente generará alguna suba de las tasas de interés en el mediano y largo plazo, y eso puede repercutir en la ecuación de valores de la variable más importante, que es el tipo de cambio, en el mediano plazo.

 

Otra preocupación muy importante, que también está vinculada con la inflación, es el costo de los fletes y transportes de las distintas mercaderías en el mundo. Hubo un aumento muy fuerte en los últimos meses, y hay compañías que no están llegando a nuestros puertos ni a los puertos vecinos más cercanos. Eso está configurando una ecuación de costos negativa. Los aumentos de los costos de flete están pegando sobre los costos de las mercaderías y eso nos está pegando a todos los países del mundo. 

 

Así que la inflación por estas dos razones es lo que más me preocupa. 

 

Por otro lado, la consolidación del proceso de crecimiento es imprescindible y necesaria. Esperamos que el Covid nos de un respiro y que en última instancia se siga replegando en los países más importantes. A eso aspiramos, para darle una estabilidad mayor al proceso de crecimiento.

 

¿Cómo ha venido funcionando este año la Bolsa de Valores de Montevideo (BVM)?

 

La BVM ha venido funcionando dentro de un panorama estable, mejoró muy poco. Pero la BVM no es un termómetro de lo que está pasando en Uruguay, ya que no son las empresas más importantes las que cotizan en la Bolsa. De hecho, hay muy pocas empresas importantes que cotizan sus acciones. Por eso no puede ser considerada como el termómetro de la recuperación o no de las empresas y del sector productivo.

 

La BVM se está comportando correctamente, asistiendo al financiamiento de las obras públicas más importantes, como el ferrocarril y la doble vía de la ruta 5. La gente aprecia ese tipo de emisiones y las apoya. 

 

Pero la BVM no ha tenido un despegue, tal vez esté creciendo tan lento como el país en este momento.

 

¿Sería bueno desarrollar una mayor cultura bursátil en Uruguay?

 

No tengo dudas de que sería bueno. Creo que sería imprescindible para el país, lo pensé siempre, pero no es tan fácil. El uruguayo es muy conservador y hay una ofensiva muy importante de los grandes fondos de inversión internacionales y de algunas empresas locales por captar los recursos de los uruguayos.

 

Creo que no hay una contrapartida, fundamentalmente de parte del Banco Central, que permita flexibilizar los requerimientos para las emisiones de títulos de deuda y de acciones de las empresas más importantes del país. En algún momento ese proceso se tendrá que dar, se tendrá que vivir, y esperamos verlo y que todo esto fructifique. 

 

Por ahora estamos lejos de ese proceso, pero es imprescindible encararlo, por el bien del país y de su crecimiento a largo plazo.

“En esta crisis el agro fue un sostén y lo será también en la primera etapa de la salida”

Entrevista con el economista Alfonso Capurro, gerente senior de CPA Ferrere, exclusiva para socios y suscriptores.

 

Se conocieron los datos oficiales del PIB de Uruguay en el primer trimestre de 2021. ¿Qué reflexiones hace sobre estos datos?

Obviamente no es positivo, porque hubo una caída respecto a los de un año atrás, algo que era previsible. También hubo una caída moderada, pero caída al fin, cuando comparamos el primer trimestre de 2021 con el cuarto trimestre de 2020, corregido por los factores inflacionarios. Lo que nos está sugiriendo es que la economía, que había empezado a recuperarse en la segunda mitad de 2020, después del accidente muy fuerte que tuvo en el segundo trimestre, estaría en pausa. Son datos negativos porque estamos cayendo respecto a un año atrás, cayendo respecto al cuarto trimestre de 2020, y se interrumpió el proceso de recuperación de la segunda mitad del año pasado. Pero es un dato que no sorprende, o que no nos cambia radicalmente nuestra visión de cómo venía la economía. Nos gusta comparar nuestra proyección (de CPA Ferrere) con el dato, no para sacar lustre de las proyecciones sino para entender si hay algo nuevo, fuera del radar. En este caso, nuestra proyección era de una caída del 3,2% interanual, y el dato fue 2,8%, o sea que la caída es levemente menor, pero en el sentido esperado. El dato no cambia el diagnóstico, sino que ratifica la idea de que la economía se enfrió o retrocedió levemente. Seguramente volverá a pasar en el segundo trimestre de 2021, porque las restricciones a la movilidad se agravaron, aunque posiblemente sea un dato un poco distinto, porque es posible que haya una caída desestacionalizada respecto al primer trimestre de 2021. Pero habrá un crecimiento interanual importante, porque estaremos comparando contra el segundo trimestre del año pasado, cuando la economía estaba paralizada, salvo el agro y la construcción. Recordemos que la economía estaba casi cerrada, sobre todo en mayo del año pasado. Así que, en principio, el dato general viene en línea con lo esperado, sin sorpresas, aunque es un dato negativo, y se destacan dos o tres cosas, que eran parte de lo esperado pero que no dejan de ser positivas. Por un lado, hay un par de sectores que claramente están creciendo y amortiguando la caída del resto de la economía, que son las agroindustrias y la construcción. En el caso del agro los procesos biológicos continuaron, el ganado siguió engordando, la faena siguió normal -más allá de la situación puntual de alguna planta- y ahora tenemos el empuje adicional de los precios, que son buenos. Con todo eso el sector está tirando para adelante, y es muy distinto a lo que está pasando en otros sectores como espectáculos, servicios, restaurantes u hotelería, que están en una situación muy complicada. Esto no es nuevo. Ya estaba pasando el año pasado y se preveía que continuara, pero es importante tener en cuenta que el agro y la construcción están operando como amortiguadores de la caída del resto de la economía, y son los sectores que están liderando la recuperación incipiente que vamos a ver en la segunda mitad de este año. En el caso de la construcción hay una gran influencia de la planta de celulosa de UPM, y la construcción del ferrocarril, que están generando mucha actividad en ese sector. Hay otras obras, pero son esas las que están haciendo crecer al sector con respecto al año pasado.

¿Se demuestra que tener una economía basada en el agro es una fortaleza?

Esa es una discusión de larga data y bastante polémica. La aspiración en términos de desarrollo es que una economía crezca en base al conocimiento y al capital humano, que es lo que genera más valor agregado. A veces se polariza y se intenta poner en oposición al agro versus el software, por ejemplo, como dos industrias muy distintas. Pero la realidad es mucho más compleja que eso. En las cadenas primarias también hay mucho conocimiento acumulado, hay genética animal y vegetal, inversión, muchos años de mejora, hay procesos industriales que requieren de mucha tecnología e innovación. Es una discusión de otros tiempos. Pero más allá de lo que uno quisiera para el país, está claro que en esta crisis el agro o la producción de alimentos es un sector que se vio mucho menos golpeado. Eso tiene que ver con la demanda, que continúa y no se interrumpe a nivel global, mientras sí se interrumpió la demanda de otros productos y servicios; y también del lado de la oferta, porque el proceso de producción continuó y otros sectores estaban obligados a suspender la producción, porque requería de la presencialidad de la gente. En el caso de esta crisis, que es muy particular, el agro fue un sostén, y lo será también en la primera etapa de la salida. 

¿Cómo observa la salud de la economía uruguaya en este contexto?

Hay dos cosas que nos preocupan, y en general es compartida. Una tiene que ver con la salud del mercado laboral y por otro lado con la salud fiscal, no porque sea de los únicos problemas que tiene el país, porque seguramente tiene varios, pero desde el punto de vista macro y de la sostenibilidad de este proceso, son dos temas que están pendientes de resolver. No son problemas nuevos, vienen acumulando años de deterioro, pero con esta crisis se han agravado. En el caso del mercado laboral, la economía uruguaya ya venía tropezando desde 2015. No es casual que el ciclo bueno de los precios internacionales terminara en 2014 y desde 2015 se haya ingresado en un ciclo de bajo crecimiento, porque el PIB creció muy poco de 2015 en adelante, y también en un ciclo de destrucción de empleo. Cuando uno lo mira con perspectiva seguramente eso sea producto de que Uruguay no supo leer ese shock o no supo adaptarse, no tomó medidas para amortiguarlo. En particular en materia fiscal o de precios relativos. Otros países competidores nuestros, como Australia y Nueva Zelanda, cuando el escenario internacional se puso adverso, usaron su política monetaria para amortiguar el shock y recurrir a una depreciación de su tipo de cambio real. Uruguay no lo hizo y el shock de la caída de precios se metió en la economía y muchos sectores entraron en un ciclo negativo. Eso se vio en la falta de crecimiento y en el mercado laboral. Uruguay ya venía perdiendo 50.000 puestos de trabajo entre 2015 y 2019. En el peor momento de la pandemia perdimos 100.000 puestos más, parte de esos se han ido recuperando, pero todavía estamos entre 30.000 y 35.000 puestos de trabajo menos que en los niveles prepandemia. A eso le tenemos que acumular los 50.000 que habíamos perdido antes. Estos puestos de trabajo que se perdieron por la crisis sanitaria no se van a recuperar hasta que se normalice esta situación. Hay sectores que están casi parados, como los espectáculos o el turismo receptivo. Los hoteles, por ejemplo, prácticamente no tuvieron temporada y hoy siguen sin recibir turistas del exterior. Si bien hay algo de turismo interno, no es suficiente para aguantar toda la estructura. 

 

“El agro y la construcción están operando como amortiguadores de la caída del resto de la economía”

 

¿Qué podría hacer Uruguay para empezar a recuperar el nivel de empleo?

Hay cosas macro para hacer, hay cuestiones a atender en la negociación colectiva, en la novena ronda de consejos de salarios, pero lo mejor que Uruguay puede hacer es solucionar de forma definitiva los problemas sanitarios. Es algo muy fácil de decir y muy difícil de hacer. Pero, en definitiva, ese equilibrio del mercado laboral hasta que Uruguay solucione los problemas sanitarios y hasta que los vecinos lo solucionen, porque en buena parte el turismo proviene de Argentina y en menor medida de Brasil. En la medida que la situación sanitaria de los vecinos siga complicada, no somos muy optimistas en el corto plazo, parece difícil que el empleo se recupere rápidamente. Es cierto que hay sectores que están creando empleo. No lo vemos bien aún en los datos, pero en la construcción, por ejemplo, los datos de cotizantes en el BPS muestran que el sector viene creando empleo y eso es razonable. El crecimiento de ese sector no alcanza para compensar todo el empleo que se perdió en otros como los servicios o el turismo, que son muy intensivos en mano de obra.

¿Y el capítulo fiscal?

En la medida que la economía se estancó, desde el año 2015, los recursos fueron menos y los gastos siguieron, por inercia, el déficit fiscal empezó a empeorar. La última administración del doctor Tabaré Vázquez tomó medidas fiscales distintas en las sucesivas rendiciones de cuenta y en el presupuesto, aumentando impuestos como el IRPF, y se cambiaron algunos criterios del Impuesto a la Renta que hizo aumentar las cargas de este impuesto, pero eso no fue suficiente para contener su deterioro fiscal. Por eso Uruguay viene empeorando su perfil crediticio en los últimos cinco años, y la pandemia nos llevó a un nivel más extremo, porque el déficit y la deuda aumentaron, y Uruguay tiene en riesgo su calificación crediticia. Es algo que está pasando a nivel global. Una de las grandes consecuencias de esta crisis es que el mundo va a salir sobreendeudado. Los déficit fiscales del año pasado y este año llegaron a valores que no se veían desde la Segunda Guerra Mundial. Estados Unidos, por ejemplo, está teniendo un déficit del orden de 15% del PIB. Muchos países de la región tuvieron déficit fiscal del orden de 10% del PIB, y registraron aumentos muy importantes en sus niveles de deuda. La deuda pública de Estados Unidos el año que viene va a ser la más alta desde la Segunda Guerra Mundial. Los parámetros con los que el mundo medía la salud fiscal han cambiado, porque se corrieron los puntos de referencia. De todos modos, Uruguay tiene un desafío fiscal importante por delante, porque todo este déficit que estamos asumiendo desde el año pasado y este, para amortiguar los efectos de la pandemia, es deuda, y la deuda hay que pagarla. Uruguay tiene que recomponer sus finanzas públicas, y tiene que ingresar en una trayectoria de sostenibilidad. Eso es lo que está por detrás del debate que hay en distintos ámbitos políticos y sociales de Uruguay, sobre si se puede o no gastar más para amortiguar la pandemia, y ayudar a los sectores que están más complicados. Todos desearíamos que se ayudara más a los sectores que están más complicados, pero hay una restricción fiscal, que limita el margen de maniobra para tomar medidas en ese ámbito.

“El mundo está empezando a crecer un poco antes de lo esperado pospandemia”

 

¿Qué efecto podría tener en la economía y el dólar un eventual aumento de las tasas de interés por parte de la Reserva Federal de Estados Unidos (FED)?

Es un tema que preocupa y lo venimos siguiendo muy de cerca. Preocupa porque cambia el equilibrio que tenemos hoy. Pero no tenemos que perder de vista al menos dos cosas. Una es que todos sabíamos que la situación monetaria de Estados Unidos era extraordinaria y las tasas en cero era un equilibrio que sabíamos que no iba a durar para siempre, porque se tomaron como una medida de emergencia para amortiguar la crisis, y cuando la crisis terminara estas medidas de emergencia se tenían que revertir. Entonces, esta situación que se está dando en Estados Unidos no es inesperada ni extraña, tal vez lo novedoso es que llega un poco antes de lo pensado. Y en ese sentido, me parece importante tener en cuenta que Estados Unidos está discutiendo una suba de tasas porque la economía se está recuperando antes de lo esperado. En el fondo hay una noticia positiva, y es que el mundo está empezando a crecer un poco antes de lo esperado pospandemia. Esto tiene distintos momentos y distintos protagonistas. El año pasado la crisis pegó duro, primero a China y luego a Occidente, con un trimestre de rezago. China se puso de pie muy rápidamente y en setiembre del año pasado ya estaba en un proceso de crecimiento; fue el primer protagonista del repunte mundial. Pero el segundo gran protagonista es Estados Unidos, que a partir del giro político que se implementó este año, y de las medidas fiscales que aplicó la administración Biden para impulsar el crecimiento, el mercado cambió radicalmente las expectativas, y se espera que este año haya un crecimiento bastante más fuerte del que se esperaba hace seis o siete meses en Estados Unidos. No hay que perder de vista que China y Estados Unidos hoy representan casi el 50% del PIB mundial. Estados Unidos está en proceso de discutir la suba de tasas de interés porque la economía está creciendo y las perspectivas de crecimiento son más sólidas, y esa también es una de las cosas que explica los precios muy tonificados de los commodities. En CPA Ferrere venimos siguiendo sistemáticamente las novedades de actividad y de precios, y estos precios tan tonificados tiene su explicación particular en cada producto, pero casi todos los precios están subiendo a nivel global. Suben los alimentos, los energéticos, los metales, el cobre está en máximos históricos. Todo eso tiene por detrás un fenómeno de expectativas de crecimiento y de demanda, que en definitiva es una buena noticia. Pero cuando eso sucede, la inflación puede empezar a subir, de hecho lo estamos viendo en los commodities, y si eso sucede Estados Unidos tiene que discutir cómo normaliza su política monetaria. No hay que tenerle pánico a las subas de las tasas de interés en Estados Unidos. Es algo que el mercado espera y puede ocurrir, hay que tenerle más miedo a los procesos violentos. Es necesario que Estados Unidos suba las tasas de interés, pero sería una mala noticia para nuestro escenario, para el dólar y los precios de los commodities, que uno de estos días nos levantemos con un dato de inflación muy preocupante en Estados Unidos, que la FED tenga que anticiparse y subir inesperadamente las tasas, de forma violenta, como de repente está haciendo el Banco Central de Brasil. Hoy la FED está empezando a masajear el mercado, para anticipar. Va a dejar de comprar bonos este año, que es el primer paso, y eventualmente a discutir una suba de tasas para el año que viene o para el 2023. Si ese proceso es moderado, se va llevando de a poco, no debería de ser un problema para la estabilidad global y la recuperación. 

¿Cómo ve las perspectivas de inversión en Uruguay?

Los datos muestran, ya desde el año pasado, que la tasa de inversión de la economía uruguaya empezó a subir, y esa es una buena noticia. El último ciclo bueno de inversión fue de 2005 a 2014, terminó con el fin del escenario de precios favorables. Del año 2015 en adelante la tasa de inversión de la economía uruguaya empezó a caer, después de haber alcanzado valores récord en 2012 y 2013; y el año pasado volvió a subir. Este proceso de aumento de la inversión es una buena noticia, pero también está muy atado al megaproyecto de la planta de celulosa de UPM. En la medida que esa inversión se termine, Uruguay necesita tener otros proyectos que lo suplanten. En ese sentido, seguramente el ciclo favorable de precios internacionales es una buena noticia, porque va a ayudar que tanto los empresarios nacionales como los eventuales inversores que lleguen, tomen decisiones de inversión, tomen cierto riesgo. Seguramente hay muchos productores ganaderos que están evaluando otros esquemas de producción, con más inversión, más pasturas, sistemas más intensivos. Lo mismo pasa en otros sectores de la economía. La suba de los precios internacionales son una buena noticia para la inversión. Hay algunos proyectos grandes. La historia marca que los grandes procesos de inversión se dan cuando pasan dos cosas: cuando hay proyectos grandes, como ocurrió en 2012 y 2013, con los parques eólicos y la planta de Montes del Plata; y cuando el resto de la economía invierte de forma generalizada. Es importante que invierta la multinacional grande pero también la empresa local, la industria local y el pequeño productor o pyme. Esos son los procesos más sanos, diversos y amplios, que le dan sustento a la base de crecimiento. Hoy estamos teniendo una buena recuperación de la inversión, muy explicada por proyectos grandes, y esperamos que con este ciclo favorable de precios internacionales este proceso de inversión se pueda ampliar. Hay otros indicadores buenos también, el gobierno está haciendo uso de los beneficios fiscales a través de la Comap (Comisión de Aplicación de la Ley de Inversiones), tratando de utilizar distintas palancas para tratar de mejorar la rentabilidad de los proyectos de inversión, para que a los empresarios les cierre mejor la cuenta de la inversión, y eso ayude a que el proceso sea más amplio, que es lo más sano en términos de crecimiento.

 

Foto: CPA Ferrere.

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