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¿Qué destacaría de este anuario de DIEA?
Tal vez el principal mérito de este número es haberlo publicado. El año 2020 y el que corre han sido muy particulares para todos. El anuario recopila todas las cifras de 2020, se logró recopilarlas con la mayor precisión posible, encontramos a un Banco Central en plenos ajustes metodológicos de las cifras macroeconómicas, lo que puso un poco de presión a la visualización que ofrecemos en el Anuario.
El comercio exterior, al que refiere el Capítulo 4, con las afectaciones por la contracción del comercio, por razones conocidas a nivel global.
El Capítulo 3 recoge los aspectos económicos, de precios de productos e insumos, además de bienes de capital y la tierra, sin grandes modificaciones, firmes y con tendencia a recuperarse. Por supuesto que lo más espectacular fueron los precios agrícolas, y un sector ganadero con precios muy firmes.
Las tierras mostraron un buen comportamiento, con un mercado muy quieto. Hace años que el número de operaciones de compraventa es bajo, pero responde al tránsito de precios relativos en el sector en los últimos cinco o seis años.
Finalmente, en lo que refiere a la parte de producción en esta edición, sin perjuicio de lo que habitualmente se publica, seguimos incorporando la visualización estadística de rubros más chicos. Este año le tocó al cáñamo o cannabis, en el que Uruguay tiene una posición muy particular a nivel mundial. Y el año pasado habíamos incorporado las estadísticas de semillas, apicultura, olivos e incluso los equinos, que a nivel nacional tienen tantos registros como las vacas y las ovejas, pero que sin embargo se conocían muy poco.
¿Cree que será un anuario de referencia por las particularidades del año 2020?
El hecho de haberlo podido generar, recopilar y publicarlo, con solo 20 días de retraso respecto al año pasado, ya fue un gran logro. Porque todos vimos cómo en esta época tan rara organizaciones y servicios se vieron afectados. Pero logramos continuar mejorando el servicio, y el año que viene la expectativa de todo el equipo es repetir y mejorar, ya que será la edición 25, de forma ininterrumpida, ofreciendo una plataforma de información sistemática, seguible.
Estos 25 años muestran una vocación de política de Estado en los servicios de información del país. Pasaron muchísimas administraciones, y el Anuario lo único que ha hecho es seguir saliendo todos los años, creciendo y siendo cada vez más utilizado.
El Anuario de DIEA se distribuye a través del Servicio de Comercio Exterior al resto del mundo, a las delegaciones diplomáticas, a las delegaciones extranjeras en Uruguay, así como en casas de estudio y organizaciones como ACG, que es muy prestigiosa y una fuente habitual de referencia para las estadísticas.
Nuestra oficina de Estadísticas produce este tipo de cosas habitualmente y también pertenece al Sistema Nacional Estadístico, que conduce el Instituto Nacional de Estadística. Por lo tanto, fue una doble satisfacción poder sostener tan bien en el mapa de información nacional los datos del año pasado, que fue tan complejo para todo el mundo.
¿En el sector ganadero cuáles son los datos más importantes y destacables del Anuario?
La información que publicamos ratifica y subraya la información conocida públicamente, no solo a través de instituciones como ACG, sino también a través de la fuente primaria que es Dicose o SNIG.
El año 2020 estuvo pautado por una firmeza en los registros de producción ganadera, sin perjuicio de los factores que aquejan al rubro ovino, que le ha impedido retomar el vigor de crecimiento, pero suplido por el rubro vacuno.
En el comercio exterior este año se está viendo un gran dinamismo, porque el mundo del año pasado, por más que se quisiera colocar mercaderías, estaba muy complicado. En la cadena se generaron ciertas reservas obligadas de mercadería, que por suerte se están despachando este año.
El año pasado la cadena ganadera manifestaba buenas condiciones de salud. Sin perjuicio de eso, se observa un endeudamiento significativo, que se puede ver en el Capítulo 1, en la parte macroeconómica. Hay que mantener la alerta en el tablero de mando, porque el sector estaba muy sano, continúa muy sano, pero mantiene un endeudamiento, que lo va a sacar adelante, como ocurrió con otros subsectores como el agrícola, el arrocero o el lechero, que han ido logrando mejorar su perfil de deuda.
En este sentido, tal vez la ganadería esté tratando de seguir cumpliendo con ese perfil, y hablo tanto del sector productivo como de la industria frigorífica.
O sea que la cadena está funcionando muy bien, pero no es gratis, tiene un pasivo. Pero, en la medida que funcione bien, que se pueda hacer como en cualquier otro negocio, los pasivos se mantienen bien.
Nuestra función es la de compilar información, ordenarla, y sobre todo revisar que todas las cifras estén correctas.
Parece que el año 2021 tiene una tónica muy distinta, ¿cómo lo perciben?
Sin dudas. En el negocio agrario, en general, la gran variable es el clima, más que el mercado. En materia de mercados, muchos rubros tienen instrumentos de cobertura, de previsión que permiten reducir el riesgo.
De todos modos, hay una tonificación importante en el comercio mundial, tanto que la cadena de transporte está muy tensa, con varios cuellos de botella, y hay tensión en todo el mundo.
El mundo comenzó a caminar nuevamente, los consumos están empezando a recuperarse y los stocks se deben sostener de alguna forma, porque de lo contrario habrá una disparada de precios y se puede generar más inflación de la que está existiendo.
Con los datos preliminares que se pueden ir recopilando, vemos que hay una muy buena expectativa, sobre todo para los principales rubros primarios en Uruguay, como el ganadero, forestal y agrícola. Pero tenemos que hacer un esfuerzo para que todo funcione bien. Si no podemos salir de la oferta por algún conflicto que tengamos por cuestiones intestinas, eso nos puede resultar tremendamente caro a todos los que están en la cadena.
¿Cómo vienen observando el mercado de compraventa de tierras?
Esa es una variable tremendamente importante, porque la tierra representa una proporción muy grande de la inversión en el negocio agropecuario, del orden del 70% u 80%, según el rubro. Entonces, el seguimiento de su comportamiento es vital.
Los últimos años han estado caracterizados por un bajo nivel de operaciones, hubo pocas compraventas. El activo tierra está muy correlacionado con el comportamiento de la tasa de interés relevante del mundo, de la Reserva Federal de Estados Unidos. Por causas de otra naturaleza, que no tienen nada que ver con nosotros, esa tasa de interés se mantuvo en niveles muy bajos. Por lo tanto, como tasa de referencia de retorno, en un activo muy fuerte y estable como lo es la tierra, su retorno también tendió a bajar. La correlación de eso es un precio alto.
Los retornos aparentes de los últimos cuatro, cinco o seis últimos años, graficados en el Anuario, son del orden de la mitad de lo que retornaba este activo o el que ofrecía vía arrendamiento, que es la forma de medirlo, hace 20 años atrás.
Eso es lo que pasa con muchos activos, con un bono del tesoro o con una acción; esto no es igual pero es muy parecido, porque responde a las reglas de la economía.
En tanto no ocurra algo que mueva la tasa de interés para arriba, lo que pueda afectar el valor de la tierra y hacerla impedir su suba, el otro factor que puede contrarrestar ese efecto es una enorme dinamización, no solo vía precios de commodities sino también del comercio, que tendiera a fortalecer su precio por demanda en el mercado.
Ahí hay dos fuerzas que están haciendo balancear el precio. Si se observan los valores desde 2010 u 2011, en dólares corrientes, salvo el pico de 2014, en los últimos 10 años no hubo cambios sustanciales. Es un activo que encontró un nuevo equilibrio, después de aquel raid muy fuerte que vimos desde 2003/04 hasta 2014, cuando siempre subía.
También hay que considerar que es un registro en dólares corrientes, no hay que confundirse porque no es un valor constante.
En valor constante el precio de la tierra también creció mucho durante ese período, en 20 años se duplicó, lo que es un crecimiento muy fuerte. De todos modos, es importante tener en cuenta al comparar, que una cosa es la moneda corriente y otra cosa la moneda constante.
Sin perjuicio de eso, en los últimos cinco o seis años la tierra es un activo que muestra estabilidad. Eso no es mala cosa, sobre todo para analizar el comportamiento de una empresa, porque es un activo tan importante que cualquier movimiento, para arriba o para abajo, me puede destartalar el resultado del retorno general de la inversión.
No todo son kilos de carne o de soja. Gran parte del negocio agropecuario no está en los kilos sino en los costos, y entre los costos hay que considerar el costo de oportunidad de la tierra, que es muy relevante.
¿Qué pasa con el factor trabajo?
Cooperamos mucho con el Plan Agropecuario, en su revista; en todos los números tenemos algún artículo. En setiembre de este año y en setiembre del año pasado hicimos artículos similares, donde mostramos la serie de precios relativos que sigue nuestro servicio desde hace décadas. El año pasado se publicó una referencia de 30 años, para ver qué pasaba en el negocio agropecuario en el largo plazo; y este año lo hicimos para cinco años, para ver en el mediano plazo qué está pasando.
Hay un factor que juega de arbitraje o de equilibrio dentro del negocio de materias primas agropecuarias, que es el trabajo. Sin entrar en consideraciones de valor, la realidad es que tenía un arbitraje hasta mediados de los años 2000, con respecto a los valores de la producción y a otros costos e insumos. A partir de allí se inició, por distintas razones, un rally en su peso relativo en el paquete de costos de los distintos rubros. Pesó en forma creciente y desarbitrada hasta hace tres años, con un cambio de comportamiento en los precios relativos de insumos y productos, y allí aparentemente está encontrando un nuevo equilibrio, sustancialmente distinto al histórico.
Esas son las cosas relevantes que hay que observar en un negocio. Por supuesto que el corto plazo y la cotidiana influye, pero cuando se desarbitran determinados factores, en este caso fue el trabajo pero podría haber sido la tierra, como ocurrió cuando el precio trepó fenomenalmente, eso condujo a la reconfiguración o a la aparición de ciertas explotaciones o negocios agropecuarios, con la desaparición de otras.
Lo vemos en la lechería. Uruguay produce cada vez más leche, con menos establecimientos y la misma cantidad de vacas. Ahí hay un reacomodo en la cancha.
¿Cómo ven la competitividad de Uruguay frente a otros países?
Es un tema que no solo afecta al agro, sino que es macro. El tipo de cambio es algo muy difícil de manejar por cualquier país que no sea Estados Unidos, que es el dueño del dólar. Es muy poco lo que puede manejarse, tanto desde el sector público como desde el privado.
Después están los costos internos, que nos faciliten mantener un tipo de cambio un poco más competitivo, ahí está la inflación.
Y están todos los otros elementos que no pasan por el tipo de cambio, como el costo país alto. Este no es un fenómeno nuevo. Uruguay, por su escala, por su cantidad de población y su estructura institucional, cuesta dinero. Es algo que no todos los países lo tienen.
Todos esos elementos van generando un sedimento de costos, que hacen que el costo país sea importante. No es fácil bajarlo, y nos conduce a ser un país caro.
La contrapartida es que, si bien Uruguay es un país caro, es competitivo en otros sentidos. Es un país previsible, estable, confiable. No en vano tenemos algo más de 100 puntos de riesgo país, cuando Brasil tiene más del triple y Argentina más de 15 veces.
Si yo fuera un inversor, al mirar la región, vería que si bien Uruguay es chico y caro, ofrece otras tranquilidades.
Hay muchos elementos para hablar cuando nos referimos a la competitividad, no es solo el dólar. El dólar es una parte de la ecuación, es importante pero no el único.
Sobre el valor del dólar el gobierno uruguayo, el que sea, no puede hacer nada, lo que se puede hacer es atacar la inflación. Ahí empieza otra discusión, es un tema delicado.